Textos sobre el tiempo de la pandemia y el confinamiento


                                                      LA PRINCESA INCOMPRENDIDA      
 
                     Hubo una vez una princesa que gozaba de todas las características visibles y deseables en una princesa de… aquellos cuentos que ya ni se cuentan ni interesan a nadie. De todos modos, esa princesa existió en uno de aquellos reinos que… no existieron nunca. Era muy bella y dulce. Su dicción se correspondía con una melódica voz en consonancia con un físico agradable coronado por unos brillantes ojos pero… había algo en ella que la hacía tan diferente como que se salía de los cánones establecidos en lo que a princesas de cuentos respectaba…

 Habían pasado por el reino infinidad de príncipes apuestos y gallardos a pedir su mano y, no solo en lo que a belleza respectaba, ya que ella tenía una capacidad de palabra y una cultura que la hacía destacar y como reina sería un portento, pero ella los rechazaba a todos anclada en sus lecturas y en sus ansias de saber. Su padre y su madre, los reyes, respetaban su decisión pero… no la entendían y se llenaban de cólera, y sobre todo, cuando veían que el entretenimiento favorito de su hija, después de leer y aprender, era irse a hablar con el sabio del reino. Al rey le desconcertaba ese comportamiento inaudito. Admiraba y celebraba las ansias de su hija por adquirir cultura pero no entendía ese afán de visitar al sabio por más que este señor supiera. Él, como todo sabio de cualquier cuento, era un hombre curtido y entrado en años aunque… a ella le gustaba escucharle y pasar horas en su compañía sin importarle la edad que tuviese. Hablaban de libros y… de tantas cosas que él sabía y ella no, que quedó fascinada ante el sabio hasta el punto de que guardaba en su recuerdo las conversaciones y a solas las reproducía en su mente una y otra vez. Estudiaba, se preparaba y hacía todas las funciones propias de princesa pero siempre esperando el momento de reencontrarse con el sabio al que día a día ya no lograba ver como lo que era sino solo como lo que ella quería y… lo más extraño e inexplicable era que… cada día le gustaba más, y… no solo por sus palabras o…, mejor dicho, a causa de ellas. No sabía o no quería saber qué era aquello pero tampoco se paraba a preguntárselo. Sus padres empezaron a preocuparse por la princesa porque aquello parecía una enfermedad de alegría… pero, enfermedad, al fin y al cabo. La princesa ya no atendía a razones pero, no obstante, su comportamiento había cambiado a mejor todavía. Era servicial en extremo y cariñosa, por lo que, una vez realizadas sus tareas, no podían prohibirle hacer lo que ella eligiese que siempre era lo mismo: visitar al bendito sabio del bosque quien no la veía como princesa sino como una muchacha ávida por aprender, y quien también gozaba de su compañía hasta que… por todo el reino, tanto por el bosque como por la aldea, se extendió un mal, llamado virus, que obligó a los habitantes a recluirse en sus casas durante un tiempo indefinido hasta que otro tipo de sabios, llamados sanitarios, lograran eliminar el mal extendido y que se contagiaba con tanta facilidad.

            Cuando la princesa, que era muy juiciosa, se enteró sintió una punzada en su corazón. ¿Significaba aquello que ya no iba a poder visitar a su amigo el sabio? Y durante cuánto tiempo tendría que cumplir ese castigo se preguntaba aislada en su cuarto. En el palacio tendría que seguir haciendo sus quehaceres, seguiría estudiando y siendo servicial pero… con él en su cabeza y…, quizá, en alguna otra parte de su cuerpo que por su juventud e inexperiencia no conseguía reconocer. Era duro para ella no saber nada de él porque ni siquiera podía mandar a un sirviente a preguntar por él porque todo el mundo tenía que estar confinado en sus casas o… en el palacio en el caso de la familia real. No obstante, fue esa separación lo que día a día confirmó a la princesa que cuando aquellos días infernales pasaran buscaría de nuevo al sabio y… volvería a escucharle, a perderse en su mirada y a no pedirle nada que él no quisiera darle más que su compañía, más que sus palabras, más que su mirada, más que su sabiduría, pero… volvería…

            Pero… quizá el sabio, que sí era sabio, pero sin barba larga y blanca ni anciano como los sabios de… otros cuentos, sí tenía más para la princesa. Quizá el sabio en esos días en los que ella lo visitaba y le escuchaba embelesada también empezó a sentir algo, algo confuso e inexplicable, ni más ni menos que por ella, que era la princesa, y tan joven y tan bella y tan inaccesible para él, que no era más que el sabio del reino y sabía mucho, mucho pero… ella, ella, ella era la princesa, la princesa destinada a juntarse a un apuesto príncipe con el que llegaría a ser reina. A veces, solo a veces, el sabio creía estar volviéndose loco y más en esos días solitarios de encierro en el que la echaba de menos y se conformaba con su recuerdo hasta, por lo menos, que esos días de encierro pasasen y se volvieran a ver aunque… sin muchas más palabras que las que sus miradas dijesen, sin más palabras que las que pueden ir incluidas en una caricia, en un roce porque, quizá las circunstancias adversas de ser ella princesa, ni más ni menos que princesa, y él un sabio nada más les impidieran llegar más allá de lo permitido pero… los dos sabían que algún día, en alguna parte, escondidos, la princesa y el sabio del reino unirían y mezclarían su belleza y sabiduría y, quizá, aquella duraría poco, no mucho, pero… se quedaría en alguna parte escondido y protegido en su memoria, en sus recuerdos para siempre…






 https://marialucasescritora.blogspot.com/2020/07/maria-lucas-tu-y-yo.html 

Algo pendiente

Tú y yo

tenemos algo pendiente.

No lo olvides

por más que el tiempo pase,

por más que los días se amontonen,

por más que las horas sigan vacías,

no olvides que

tú y yo...

tenemos algo pendiente.

Aunque el tiempo pase

suspendido en la nada

lleno de horas eternas

y vacías,

aunque ya no nos veamos

más que en sueños...,

tú y yo...

tenemos algo pendiente.


DEDICADO A TODO EL PERSONAL DEL HOSPITAL, A TODOS Y TODAS SIN EXCEPCIÓN...

Después de siglos de guerras por todo el mundo entre países por motivos políticos o religiosos ha llegado el peor enemigo enfrentado al mundo entero. Él es tan, tan diminuto que es invisible. No lo podemos ver pero su batalla es cruenta y está acabando con miles de personas. Ataca de forma indiscriminada. Nadie está a salvo pero... tenemos un ejército y es fantástico e imparable. Nuestro ejército viste de blanco o de verde y su lucha es vocacional. Saben lo que hacen y les gusta hacerlo porque son buenos. Quieren salvar todas las vidas posibles y para eso casi no descansan hasta el punto de que muchos soldados caen en el campo de batalla😢. Hay muchos soldados y de diferentes grados pero todos son esenciales en la lucha. No tienen miedo ante el enemigo y cada uno pone todas sus armas en el combate porque aman lo que hacen y les debemos tanto que no hay tiempo ni nada para pagarles. Su trabajo es la batalla con el pequeño enemigo y por vencerlo en la lucha encarnizada no bajan la guardia. Os debemos tanto que nos falta todo para agradecerlo a vosotros y a vosotras, sin excepción, desde las limpiadoras, los celadores, las enfermeras y enfermeros, hasta los médicos. Todos sois nuestro imprescindible ejército y en vosotros confiamos. Se os quiere...


La primavera ya está aquí. Me la encuentro todas las mañanas temprano cuando salgo a pasear. En mi corto paseo el Sol me saluda sonriente y me lo dice junto al cielo tan brillante y azul como el mar. Es por eso que pregunto: ¿quién nos ha robado a nosotros la primavera si la veo cada mañana cuando salgo con Lara
🐶, si la siento en mi piel y la respiro? Quién nos ha robado la primavera me pregunto cuando tengo que volver a mi escondite, a mi refugio, a mi guarida, mientras el Sol, aliado con la brisa y el mar, plasman su sonrisa que no podemos disfrutar. Es entonces cuando de nuevo pregunto: ¿quién nos ha robado la primavera si la veo todos los días desde mi ventana...?


Hoy, 20 de marzo del 2020, mientras leía un artículo he encontrado una referencia a una encuesta en la que se hacía una pregunta dirigida a escritores: ¿por qué escribe? (Liberation, París, mayo 1985). Muchos autores respondieron y yo, que amo escribir, antes de leer las respuestas, me he tomado la libertad de responder: "escribo para encontrarme." Aunque soy más de narrativa hoy me ha visitado la poesía...
Tú y yo...
tenemos algo pendiente.
No lo olvides
por más que el tiempo pase,
por más que los días se amontonen,
por más que las horas sigan vacías,
no olvides que
tú y yo...
tenemos algo pendiente.
Aunque el tiempo pase
suspendido en la nada
lleno de horas eternas
y vacías,
aunque ya no nos veamos
más que en sueños...,
tú y yo...
tenemos algo pendiente.




"Me gustó volver a aquella casa en la que evocaba mi infancia. Hacía años que no pisaba aquella tierra llena de mar en la que me crié. Me costó aceptar el abandono que le di a ese cúmulo de recuerdos que entraron a mi mente agolpados unos sobre otros. No era tan fácil como había creído. Mi madre se ofreció a acompañarme pero preferí que no. Metida en mi traje de empresaria, mi flamante coche último modelo y mi agenda llena de citas me fui para allá. Antes de entrar me di un paseo por la playa vacía y llena de Sol. Respiré hondo y sentí a la niña que fui caracoleando en la orilla, que fue como llamé a poner las caracolas dispuestas a correr cuando llegara la siguiente ola. Cuántas carcajadas salieron de mi boca ante ese acto infantil. Respiré de ese Sol y ese mar de mi infancia que tantas imágenes del pasado me traía. Pero no fue suficiente para apaciguar mi corazón cuando entré en la casa de mi abuela en la que tantos veranos estuve con ella y en la que tanto disfruté entre juegos y risas. No fue fácil cruzar la puerta y encontrar sobre la mesa cubierta de polvo mi muñeca azul de trapo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando la cogí y la sacudí. Esa pequeña empezó a destrozar mis defensas de empresaria dura e implacable. Con ella en la mano entré en la habitación de juegos, que hubiera sido la mía si no hubiera querido dormir siempre con la abuela. Ese cuarto vacío y desnudo me trajo recuerdos cargados de sensaciones cubiertas de nostalgia. Abrí el armario y el olor a la madera carcomida y vieja era casi palpable. Cerré los ojos y respiré hondo. El olor me hizo rememorar con exactitud mis juegos en ese cuarto, mi risa cristalina de niña ingenua y mis inocentes charlas con mi abuela. Me parecía oírla cantándome una y otra vez esas canciones antiguas que tanto me gustaba escuchar. Era tan fuerte la sensación a la que un simple olor me transportó que noté mis ojos cargados de lágrimas que querían salir lentas para deslizarse por mis mejillas. Salí a la sala, me senté en el sofá sin importarme lo nuevo que fuese mi pantalón ni lo polvoriento que estuviese el sofá y saqué el móvil...
-Ya tienes compradora... Sí, tan rápido... Yo te compro la casa, mamá..."
27 de marzo del 2020


"En sus vidas había empezado una historia, una historia fuera de lo común y que les hacía felices. La historia era de amor y no se ajustaba a ningún patrón. Quizá tanto él como ella estaban fuera de tiempo y de lugar. Parecía una película de esas que todos alguna vez hemos visto y, de tan bonitas que son, nos parecen irreales porque... eso no puede suceder; pero sí, sucedió y... con todos los ingredientes precisos, hasta que..., de repente, y sin previo aviso, alguien cambió el guion y todo se modificó. De película de amor pasó a ser de ciencia ficción. La pareja de enamorados con más o menos dificultades para amarse pasaron a ser de protagonistas a unos personajes más porque... ahora el protagonismo lo tenía la humanidad entera ante un virus peligroso que amenazaba la salud de todas las personas en el mundo. Nadie podía salir de sus casas. Por supuesto, tampoco aquellos enamorados de aquella película de la que ya nadie se acuerda. Ellos ni siquiera podían comunicarse porque... era un amor prohibido pero... ¡bah...!, a quién le importa ya eso ante el peligro inminente que supone la enfermedad que traía ese virus. La película cambió de guion en apenas unos días sin consultar a nadie y solo quedaba aceptar la realidad y resignarse..."

18 de marzo del 2020


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