Narrativa: microrrelatos y reflexiones
La Literatura me atrapó en cualquier versión, también poemas, pero... sobre todo narración: relatos, cuentos, novela... Desde siempre amo la Literatura y..., de ahí, este blog que va a andar entre cerezas y mariposas de colores, entre letras y palabras, entre suspiros, amor y..., cómo no, buen humor y... sobre todo entre tú y yo...

Todo lo que se escribe permanece hoy y siempre, y eso es lo que yo quiero: permanecer en mis letras impresas de todas las formas posibles: textos, libros, poemas, porque ahí estoy yo; entre línea y línea me podréis encontrar o... entre palabra y palabra escondida pero... visible. Buscadme aquí y siempre, siempre, me encontraréis...
https://youtu.be/NaVisy0cZS0
ADICCIÓN
Empecé a consumir de niña. Todo surgió por curiosidad, creo. Nadie me lo ofreció. Lo hacía de noche y me gustaba su efecto. Me divertía, me relajaba y me ayudaba a dormir. Mi consumo no comenzó por imitación. A mi alrededor nadie lo hacía, pero sí había sustancias de todo tipo. Si pedía me las proporcionaban e incluso me alentaban. En el colegio las dosis eran mínimas pero en casa el asunto cambiaba. A la edad adulta me volví tan dependiente que no era suficiente con mi consumo nocturno habitual. Tenía que administrarme durante el día también e incluso empecé a hacerlos yo. El efecto haciéndolos era casi el mismo que consumiéndolos. No sabía si la calidad de lo que yo producía era similar a lo que consumía, de lo que procuraba buscar siempre lo mejor. Por esa razón busqué el camino para mejorar mi producción y convertí esa adicción en parte de mi vida. Me encanta su efecto y, como no es nocivo, sino al contrario, reconozco que estoy completamente enganchada tanto a su consumo como a su producción. Me gusta conocer gente que también lo está porque el efecto siempre es el mismo y no se puede parar. ¿Y tú? ¿Estás también enganchada o enganchado a los libros? Si quieres probar mis sustancias, búscame. Tengo de sobra...


LA CASA DE MI ABUELA
Aquella casa evocaba mi infancia. Hacía años que no pisaba aquella tierra llena de mar en la que me crie. Me costó aceptar el abandono de ese cúmulo de recuerdos que entraron a mi mente agolpados unos sobre otros. No era tan fácil como había creído. Mi madre se ofreció a acompañarme, pero preferí que no. Metida en mi traje de empresaria, mi flamante coche último modelo y mi agenda llena de citas me fui para allá. Antes de entrar me di un paseo por la playa vacía y llena de sol. Respiré hondo y sentí a la niña que fui caracoleando en la orilla. Así llamé a poner las caracolas dispuestas a correr cuando llegara la siguiente ola. Cuántas carcajadas salieron de mi boca ante ese acto infantil. Respiré ese sol y ese mar de mi infancia que tantas imágenes del pasado me traía. No fue suficiente para apaciguar mi corazón cuando entré en la casa de mi abuela. Allí pasé muchos veranos con ella y disfruté entre juegos y risas. Al cruzar la puerta y encontrar sobre la mesa cubierta de polvo mi muñeca azul de trapo mi corazón dio un vuelco. Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando la cogí y la sacudí. Esa pequeña empezó a destrozar mis defensas de empresaria dura e implacable. Con ella en la mano entré en la habitación de juegos, que hubiera sido la mía si no hubiera querido dormir siempre con la abuela. Ese cuarto vacío y desnudo me trajo recuerdos cargados de sensaciones cubiertas de nostalgia. Abrí el armario y el olor a la madera carcomida y vieja era casi palpable. Cerré los ojos y respiré hondo. Ese aroma a vacío y olvido me hizo rememorar con exactitud mis juegos en ese cuarto, mi risa cristalina de niña ingenua y las inocentes charlas con mi abuela. Me parecía oírla cantándome una y otra vez esas canciones antiguas que tanto me gustaba escuchar. Era tan fuerte la sensación a la que un simple olor me transportó que noté mis ojos cargados de lágrimas llenas de nostalgia y dispuestas a deslizarse lentas por mis mejillas. Salí a la sala, me senté en el sofá sin importarme lo nuevo que fuese mi pantalón ni lo polvoriento que estuviese el mueble, miré alrededor, respiré hondo y saqué el móvil...
-Mamá, ya tienes compradora... Sí, tan rápido... Yo te compro la casa...
LA VELADA DE LOS CUENTOS
LA CASA DE MI ABUELA
Aquella casa evocaba mi infancia. Hacía años que no pisaba aquella tierra llena de mar en la que me crie. Me costó aceptar el abandono de ese cúmulo de recuerdos que entraron a mi mente agolpados unos sobre otros. No era tan fácil como había creído. Mi madre se ofreció a acompañarme, pero preferí que no. Metida en mi traje de empresaria, mi flamante coche último modelo y mi agenda llena de citas me fui para allá. Antes de entrar me di un paseo por la playa vacía y llena de sol. Respiré hondo y sentí a la niña que fui caracoleando en la orilla. Así llamé a poner las caracolas dispuestas a correr cuando llegara la siguiente ola. Cuántas carcajadas salieron de mi boca ante ese acto infantil. Respiré ese sol y ese mar de mi infancia que tantas imágenes del pasado me traía. No fue suficiente para apaciguar mi corazón cuando entré en la casa de mi abuela. Allí pasé muchos veranos con ella y disfruté entre juegos y risas. Al cruzar la puerta y encontrar sobre la mesa cubierta de polvo mi muñeca azul de trapo mi corazón dio un vuelco. Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando la cogí y la sacudí. Esa pequeña empezó a destrozar mis defensas de empresaria dura e implacable. Con ella en la mano entré en la habitación de juegos, que hubiera sido la mía si no hubiera querido dormir siempre con la abuela. Ese cuarto vacío y desnudo me trajo recuerdos cargados de sensaciones cubiertas de nostalgia. Abrí el armario y el olor a la madera carcomida y vieja era casi palpable. Cerré los ojos y respiré hondo. Ese aroma a vacío y olvido me hizo rememorar con exactitud mis juegos en ese cuarto, mi risa cristalina de niña ingenua y las inocentes charlas con mi abuela. Me parecía oírla cantándome una y otra vez esas canciones antiguas que tanto me gustaba escuchar. Era tan fuerte la sensación a la que un simple olor me transportó que noté mis ojos cargados de lágrimas llenas de nostalgia y dispuestas a deslizarse lentas por mis mejillas. Salí a la sala, me senté en el sofá sin importarme lo nuevo que fuese mi pantalón ni lo polvoriento que estuviese el mueble, miré alrededor, respiré hondo y saqué el móvil...
-Mamá, ya tienes compradora... Sí, tan rápido... Yo te compro la casa...
A la reunión acudieron todos los invitados. Los primeros en llegar fueron la niña con su madre, su abuela e incluso el lobo (el cazador no pudo), esa jovencita rubia tan atractiva con el príncipe, sus hermanastras, su madrastra y algo separada del grupo el hada madrina, una morenaza de piel extremadamente blanca seguida de un ejercito de enanitos, su enamorado y otra madrastra más. También apareció un niño muy revoltoso acompañado de un abuelo que decía ser su padre. Había una niña y un niño que decían ser hermanos. Llegaron con una bruja cargada de dulces de los que invitaba a todo el mundo… El número de asistentes era ingente e imposible distinguir a todos. La mayoría se conocía con anterioridad y se mezclaron hasta el punto de que hubo algún intercambio de parejas o… de príncipes. Los niños se entretuvieron con los enanos más de lo que estos señores hubieran querido, pero a fin de cuentas estaban cómodos porque el castillo en el que fueron convocados había sitio de sobra. Fue la primera vez en la que se juntaron todos o… casi todos y… la velada de los cuentos resultó un éxito…
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